sábado, 28 de abril de 2012

Quiero Dos Quetzales De Tortilla, Pero Que No Sean Del Canasto

Estaba parada esperando las tortillas para almorzar cuando sentí una mirada, era una pequeña que estaba torteando, le calculé unos 12 años y empecé a imaginar su historia de vida. Siempre hacemos toda una serie de conjeturas cuando conocemos a alguien por primera vez, inventamos su vida aunque a veces estemos muy lejos de su realidad.  Así se crean muchos prejuicios y estereotipos en las personas que luego se van reproduciendo, y paramos en una frenética situación de creer que sabemos quienes son todas las personas, sin acercarnos y preguntar, compartir para aprender de las demás.
El hecho de migrar a la ciudad para obtener un trabajo y salir de la extrema pobreza es aparentemente una forma de acercarse al desarrollo, y digo aparente porque no precisamente es eso lo que se logra.  Cuando las mujeres que trabajan y viven en esta  tortillería vinieron a la ciudad, tenían la idea de que su situación mejoraría, y tal vez así fue, ya no pasan hambre, pero los costos que han pagado se resumen en un desgaste físico total.
Basta con conocer el caso de Hilda quien vino a trabajar a los 14 años casándose a los 15, sin poder ejercer alguno de sus derechos sexuales y mucho menos los reproductivos, ella no decidió quedar embarazada, solamente sucedió, conoció sobre planificación familiar hasta que tuvo su segundo hijo pues la tortillería no le da un espacio para informarse.

La tortillería es una cárcel porque pasan la mayor parte de sus vidas trabajando sin descanso, sin prestaciones laborales, sin ganas de aprender algo más, sus ilusiones y sueños llegan a reducirse en “limpiar más en lugar de tortear”.  Porque cuando les preguntaba qué les gustaba hacer en sus tiempos libres, la respuesta era: lavar platos, barrer y trapear.
Todas coinciden en que: “la tortillería es un trabajo difícil y duro”, claro para la mayoría de personas es tan fácil llegar con una servilleta y pedir tortillas, comerlas calientitas mientras que para quienes las producen es un trabajo desgastante y mal pagado, por tortear ganan de Q500.00 a Q600.00 al mes, no llegan ni siquiera al sueldo mínimo. 
Y esta labor no es regulada por el Ministerio de Trabajo. “Hay que resaltar que más de la mitad de mujeres obtiene ingresos inferiores a 300 quetzales mensuales, porcentaje inferior que el correspondiente a los hombres, se insinúa que la fuerza laboral femenina es peor remunerada que la masculina”.
También me contaron que sus padres les prohibían relaciones de amistad y noviazgo con hombres, y casi todas las que tienen una pareja o esposo fue debido a embarazos no planeados, se asume entonces que estas mujeres tenían relaciones tipo clandestinas para ejercer su sexualidad.
La situación en relación a la salud sexual y reproductiva de las mujeres en esta  tortillería es preocupante, no hay una planificación familiar; pero no quiere decir que tener hijos sea la única preocupación para su desarrollo personal, además no tienen ningún conocimiento sobre las ITS infecciones de transmisión sexual ni sobre el VIH- y el SIDA.
También varias comentaban sobre abortos espontáneos por no tener un control sobre su embarazo y una de ellas peligraba de muerte ya que no podía tener más hijos y a pesar de ello seguía teniéndolos.
Después de este pequeño acercamiento con estas mujeres logré profundizar un poco sobre sus vidas, sin dejarme llevar por suposiciones.
Cuando se nace en un país con muchas oportunidades pero sin cómo llegar a ellas, entonces es en ese momento en que nos damos cuenta de que nuestra sociedad esta dividida en sectores, que deben realizar diferentes funciones para mantenerlo de esa forma. 
El sistema nos lleva a identificar las cosas importantes de nuestras vidas como estudiar, trabajar, tener ciertos grados de estabilidad social; mientras que en otros lugares hay personas como las mujeres de las tortillerías que no han tenido esas oportunidades y que desearían conocer esas opciones.
Quienes tienen la opción de brindar mejores opciones de vida para las demás personas se olvidan de hacerlo, o simplemente sus intereses se transforman en dinero.  Es el caso de los políticos, de personas con recursos, de profesionales que se olvidan de que hay mujeres trabajando sin descansar, hay niños y niñas que deben abandonar sus hogares para poder subsistir, hay tantas cosas que no sabemos porque no nos interesamos realmente en los problemas sociales.
Si tengo la oportunidad de hacer cambios para mejorar las condiciones de las demás personas, lo voy a hacer.  No es justo que mientras estamos almorzando y mordemos una tortilla calientita, muchas mujeres estén soñando con un trabajo menos explotador.



 Por: Ninoshka Molina

No hay comentarios:

Publicar un comentario