El hecho de migrar a la
ciudad para obtener un trabajo y salir de la extrema pobreza es aparentemente
una forma de acercarse al desarrollo, y digo aparente porque no precisamente es
eso lo que se logra. Cuando las mujeres
que trabajan y viven en esta tortillería
vinieron a la ciudad, tenían la idea de que su situación mejoraría, y tal vez
así fue, ya no pasan hambre, pero los costos que han pagado se resumen en un
desgaste físico total.
Basta con conocer el caso
de Hilda quien vino a trabajar a los 14 años casándose a los 15, sin poder
ejercer alguno de sus derechos sexuales y mucho menos los reproductivos, ella
no decidió quedar embarazada, solamente sucedió, conoció sobre planificación
familiar hasta que tuvo su segundo hijo pues la tortillería no le da un espacio
para informarse.
La tortillería es una cárcel porque pasan la mayor parte de sus vidas trabajando sin descanso, sin prestaciones laborales, sin ganas de aprender algo más, sus ilusiones y sueños llegan a reducirse en “limpiar más en lugar de tortear”. Porque cuando les preguntaba qué les gustaba hacer en sus tiempos libres, la respuesta era: lavar platos, barrer y trapear.
Todas coinciden en que: “la tortillería es un trabajo
difícil y duro”, claro para la mayoría de personas es tan fácil llegar con una
servilleta y pedir tortillas, comerlas calientitas mientras que para quienes
las producen es un trabajo desgastante y mal pagado, por tortear ganan de
Q500.00 a Q600.00 al mes, no llegan ni siquiera al sueldo mínimo.
Y esta labor no es regulada
por el Ministerio de Trabajo. “Hay que resaltar que más de la mitad de mujeres
obtiene ingresos inferiores a 300 quetzales mensuales, porcentaje inferior que
el correspondiente a los hombres, se insinúa que la fuerza laboral femenina es
peor remunerada que la masculina”.
También me contaron que sus
padres les prohibían relaciones de amistad y noviazgo con hombres, y casi todas
las que tienen una pareja o esposo fue debido a embarazos no planeados, se
asume entonces que estas mujeres tenían relaciones tipo clandestinas para
ejercer su sexualidad.
La situación en relación a
la salud sexual y reproductiva de las mujeres en esta tortillería es preocupante, no hay una
planificación familiar; pero no quiere decir que tener hijos sea la única
preocupación para su desarrollo personal, además no tienen ningún conocimiento
sobre las ITS infecciones de transmisión sexual ni sobre el VIH- y el SIDA.
También varias comentaban
sobre abortos espontáneos por no tener un control sobre su embarazo y una de
ellas peligraba de muerte ya que no podía tener más hijos y a pesar de ello
seguía teniéndolos.
Después de este pequeño
acercamiento con estas mujeres logré profundizar un poco sobre sus vidas, sin
dejarme llevar por suposiciones.
Cuando se nace en un país
con muchas oportunidades pero sin cómo llegar a ellas, entonces es en ese
momento en que nos damos cuenta de que nuestra sociedad esta dividida en
sectores, que deben realizar diferentes funciones para mantenerlo de esa
forma.
El sistema nos lleva a
identificar las cosas importantes de nuestras vidas como estudiar, trabajar,
tener ciertos grados de estabilidad social; mientras que en otros lugares hay
personas como las mujeres de las tortillerías que no han tenido esas
oportunidades y que desearían conocer esas opciones.
Quienes tienen la opción de
brindar mejores opciones de vida para las demás personas se olvidan de hacerlo,
o simplemente sus intereses se transforman en dinero. Es el caso de los políticos, de personas con
recursos, de profesionales que se olvidan de que hay mujeres trabajando sin
descansar, hay niños y niñas que deben abandonar sus hogares para poder
subsistir, hay tantas cosas que no sabemos porque no nos interesamos realmente
en los problemas sociales.
Si tengo la oportunidad de hacer cambios para mejorar las condiciones de
las demás personas, lo voy a hacer. No
es justo que mientras estamos almorzando y mordemos una tortilla calientita,
muchas mujeres estén soñando con un trabajo menos explotador.
Por: Ninoshka
Molina
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