Los emigrantes, ahora
Desde
siempre, las mariposas y las golondrinas y los flamencos vuelan huyendo del
frío, año tras año, y nadan las ballenas en busca de otra mar y los salmones y
las truchas en busca de su río. Ellos viajan miles de leguas, por los libres
caminos del aire y del agua.
No
son libres, en cambio, los caminos del éxodo humano.
En
inmensas caravanas, marchan los fugitivos de la vida imposible.
Viajan
desde el sur hacia el norte y desde el sol naciente hacia el poniente.
Les
han robado su lugar en el mundo. Han sido despojados de sus trabajos y sus
tierras. Muchos huyen de las guerras, pero muchos más huyen de los salarios
exterminados y de los suelos arrasados.
Los
náufragos de la globalización peregrinan inventando caminos, queriendo casa,
golpeando puertas: las puertas que se abren, mágicamente, al paso del dinero,
se cierran en sus narices. Algunos consiguen colarse. Otros son cadáveres que
la mar entrega a las orillas prohibidas, o cuerpos sin nombre que yacen bajo la
tierra en el otro mundo adonde querían llegar.
Sebastiao
Salgado los ha fotografiado, en cuarenta países, durante varios años. De su
largo trabajo, quedan trescientas imágenes de esta inmensa desventura humana,
caben todas en un segundo.
Suma
solamente un segundo toda la luz que ha entrado en la cámara, a lo largo de
tantas fotografías: apenas una guiñada en los ojos del sol, no más que un
instantito en la memoria del tiempo.
La pobreza
Las
estadísticas dicen que son muchos los pobres del mundo, pero los pobres del
mundo son muchos más que los muchos que parecen que son.
La
joven investigadora Catalina Álvarez Insúa ha señalado un criterio útil para
corregir los cálculos:
-Pobres
son los que tienen la puerta cerrada- dijo.
Cuando
formuló su definición, ella tenía tres años de edad. La mejor edad para
asomarse al mundo, y ver.
Cristóbal Colón no consiguió descubrir América, porque no tenía visa y ni siquiera tenía pasaporte.
A
Pedro Alvares Cabral le prohibieron desembarcar en Brasil, porque podía
contagiar la viruela, el sarampión, la gripe y otras pestes desconocidas en el
país.
Hernán
Cortés y Francisco Pizarro se quedaron con las ganas de conquistar México y
Perú, porque carecían de permiso de trabajo.
Pedro
Alvarado rebotó en Guatemala y Pedro de Valdivia no pudo entrar a Chile, porque
no llevaba certificados policiales de buena conducta.
Los peregrinos del
Mayflower fueron devueltos a la mar, porque en las costas de Massachusetts no
había cuotas abiertas de inmigración.
Menos
mal.
Estos
textos se encuentran en el libro “Bocas
del tiempo”. (Ediciones del Chanchito, año 2004)
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