domingo, 13 de noviembre de 2011

Memorias de Mi Pueblo


Antes que trajeran carros a Esmeralda (o sea, antes del año 1,956), las mismas calles que seguimos recorriendo eran transitadas por carretas de bueyes que transportaban maíz, frijol, zacate o madera, caballos, mujeres y hombres a pie con tercios de leña y guacales de masa. Por la tarde se veían en la plaza algunas personas descansando bajo los árboles; niños jugando trompo, chibolas, “escondedero”, o solo imaginando ser policías o ladrones. Y por las noches: luz de candiles en las casas. Y afuera decenas de luciérnagas, los grillos cantando sin cesar. La luna y las estrellas alumbraban el camino.

Ahora nos alucinan las luces de carros y motos, nos ensordece el ruido de la música de moda y solo se escucha el brrrrrrrrrr brrrrrrrrrrr que hace temblar puertas, láminas y tímpanos, que amenazan con estallar. No pasa un minuto sin que escuchemos el ruido de motores, porque hoy hasta para ir a pasear a la plaza se usa moto y para ir a comprar tortillas, imagínese usted. Ya no sé si esto me causa tristeza o miedo.

En aquel tiempo era fácil oír y ver. En el cielo se miraban cientos de azacuanes y navajones (parecidos a los tucanes) formando grandes bandadas. Migraban hacia el oriente en el mes de abril. Don Angelino dice que eran las señales del invierno, pues la gente sabía que a los 40 días iba a llover y, efectivamente, llovía. Ahora ya no es tan fácil predecir con lo loco que se ha vuelto el clima, o mejor dicho con lo locos que nos hemos vuelto los humanos.

Siguiendo con las migraciones, en los meses de noviembre y diciembre llegaban a la aldea cientos de palomas, arroceros, gavilanes y una gran variedad de pájaros, ya que en esos meses llegaba el tiempo del corte de arroz que habían sembrado en junio. Muchos pájaros, en busca de su alimento, morían; convirtiéndose en el alimento de quienes les mandaban.

Y hablando de matar, Don Angelino me contó que conoció a un hombre que mató como a 300 venados, los cuales abundaban en el municipio; y que estando este señor postrado en cama, le dijo: “Quizás por haber matado a tanto venadito estoy tan enfermo. Dios me está castigando”.

En la aldea habían varios cazadores (y todavía hay), muchos de los cuales han practicado la caza más por diversión que por necesidad. Y así se van pisando las normas de la razón y, porqué no decirlo, de la vida misma, al llevar al peligro de extinción a gran cantidad de animales como conejos, osos hormigueros, garrobos, güitios, ardillas, armadillos, tacuazines, tepezcuintes, codornices, palomas alas blancas, entre otros. También la pesca indiscriminada y la contaminación del agua han llevado a la escasez de peces, camarones y cangrejos de nuestros ríos.

Nunca ha existido o se ha aplicado en nuestro pueblo una ley a favor de nuestros ríos, bosques y animales que en ellos viven. Las únicas áreas “protegidas” son: una parte del volcán Chingo (aprox. una caballería) y un área del caserío Los Camarones, que no es tan protegida, pues los árboles que se habían plantado fueron quemados.

Por: Angelino Rodríguez

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